Diagnóstico como herramienta de poder

He tenido la oportunidad de asistir a varias jornadas y congresos en los últimos tiempos relacionados con la salud mental y el título de esta entrada es una de las conclusiones más importantes. 

La visión actual qué tenemos de la salud mental está muy influida por el modelo biomédico. Y esto que estoy segura ha sido beneficioso en algunos casos… está suponiendo una barrera para las personas que entran en los sistemas de salud mental. 

Es muy importante no olvidar en ningún momento que lo que entendemos hoy en día por salud mental: las ansiedades, las depresiones, las tristezas, algunas locuras están influenciadas por el contexto. 

No hay un problema psicológico igual a otro, así que clasificarlo y ponerle una etiqueta no nos viene nada bien. 

Supone un alivio a corto plazo para la persona que tiene el sufrimiento, pero a veces constituye una explicación circular que no invita al cambio. (Y cuando hablamos de cambio, no sólo me refiero al protagonista, también al contexto)

“Estoy triste porque tengo depresión, tengo depresión porque estoy triste”

Diagnóstico es una palabra que ha tenido mucho éxito, no sólo en el ámbito de la salud mental, también en la intervención social. 

He de decir que en mi equipo de trabajo (en el ámbito de la intervención social) a algunas de nosotras leer la palabra diagnóstico en un informe que se prepara para definir una intervención en el ámbito del empleo, siempre nos ha causado un poquito de sarpullido. Nos hemos resistido a usar ese lenguaje. No tengo nada que diagnosticarte, tan solo tengo que preguntarte por tu contexto, por tu opinión y en base a eso juntas tomaremos una decisión sobre los pasos que debemos dar. 

En intervención social es tan esperpéntico por momentos que pareciera que estás diagnosticando la pobreza. 

En el II Encuentro de Salud Mental Salud Social de la asociación Hierbabuena, tuve la oportunidad de preguntar por esto a los profesionales de la mesa.

Se plantea un problema con la hegemonía del modelo biomédico que ha permeado no sólo en las cuestiones psicológicas, sino en la intervención social. ¿Por qué tanto éxito eso de diagnosticar?

Y quiero destacar una de las reflexiones que es que esa palabra: es una cuestión de poder. Esa palabra coloca al profesional en un escalafón superior porque «le pongo nombre a tu situación«, y a veces nombrar nos parece que es explicar.

Y ese poder me lleva a pensar en la necesidad de que los profesionales que trabajamos con personas nos sentemos en una situación de igualdad, acompañamiento que nos permita ayudar sin perjudicar, sin etiquetar y sin complejos. 

Siempre que tenemos una persona delante que nos cuenta su historia, en esa relación, la que más sabe sobre su historia es ella misma. Nosotras podemos conocer herramientas, recursos, teorías, hipótesis, pero la información la posee la otra persona.

Diagnosticar (en según que casos) casi parece un ejercicio de cobardía. 

No necesitamos que los consultantes, clientes, pacientes, usuarias, participantes nos miren jerárquicamente desde abajo. Necesitamos crear un vínculo basado en la confianza, no en la falacia de autoridad. Pero de vínculo ya hablo otro día. 

Así que si esperas un diagnóstico te recomiendo que mejor busquemos un análisis funcional del caso o una formulación de caso y así busquemos las pautas de cambio. Lo mejor será movernos en hipótesis que nos permitan explicar tu comportamiento.


Publicado

en

por

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
Hola 👋 Puedes contactar con Difusa Psicología a través de WhatsApp clicando aquí.